lunes, 17 de septiembre de 2012

TERCER BLOQUE . COMO PERDONAR?

TERCER BLOQUE


¿Cómo perdonar?
Cristo, en su Palabra, nos deja muy claro lo que es el perdón evangélico:

ü  Perdonamos siempre
ü  Perdonamos por amor
ü  Perdonamos en forma total
ü  Perdonamos como queremos ser perdonados.

El perdonar a alguien no me obliga a tratar con esa persona si la relación es muy compleja pero si me lleva a:
ü  No guardarle rencor.
ü  Saludarle con cortesía
ü  Desearle lo mejor
ü  Ayudarle si es posible hacerlo.

Si creemos que podemos avanzar en la vida espiritual y a la vez guardar rencores estamos equivocados: los rencores y resentimientos no solo nos paralizan sino que nos retroceden en nuestro avance espiritual.
Perdonar es un proceso que no se da en un abrir y cerrar de ojos.  Cuesta trabajo al principio pero no hay que desanimarnos ya que el éxito es seguro porque es Dios mismo el que nos jala y nos ayuda. Sólo tenemos que quitar el pie del freno y dejarnos mover....El resto lo hará Él.

Algunas ayudas para avanzar por el camino del perdón son:

1.    RECONOCER
            Nos es muy fácil justificar nuestros sentimientos o fingir que son lo que no son.
            Debemos dejar de inventar excusas y enfrentarnos con nuestros problemas: asumir nuestro rencor, reconocerlo, aceptar que está ahí, a pesar de todos nuestros esfuerzos por disimularlo.
           
2.    DECIDIRSE.
            Una vez que has reconocido que albergas resentimientos, grandes o chiquitos, en tu corazón, te enfrentas a una decisión: la de perdonar o la de no perdonar.
            Para tomar esta decisión no tienes que esperar a “sentir bonito” o a que ya no te importe lo que te hicieron.  Tampoco cuenta si el que te ofendió merece o no tu perdón.
            Debes decidir perdonar – por encima de cualquier consideración – por cuatro  poderosas razones:
a)    Porque el Señor te ha perdonado
b)    Porque te pide que perdones
c)    Porque los demás necesitan de tu perdón.
d)    Porque si no perdonas el resentimiento acabará tarde o temprano contigo.

3.    ORAR
            Por orar se entiende entrar en un diálogo con Dios, reconocer frente a Él tus sentimientos heridos, tus lastimaduras, tu resentimiento, tus dificultades para decidirte a perdonar, tu indiferencia ante la situación y pedirle que te ayude a sanar.
            Cuando nos lastiman descubrimos que no es posible para un ser humano perdonar a otro, a menos que cuente con la gracia de Dios.
            La oración es la mejor arma contra el resentimiento.

4.               NO JUZGAR NI CONDENAR  (Lc 6, 36-37)
            Como no sabemos leer la mente de las personas no podemos saber sus necesidades o problemas. Así hacemos juicios basados en apariencias, no en hechos.
            Frente a las fallas de los demás no cabe el juicio, puesto que para juzgar necesitaríamos tener todas las evidencias en la mano, y ésas sólo puede tenerlas Dios. Lo único que cabe, cristianamente hablando, es la misericordia, es decir, poner el corazón en las miserias del otro, apiadarnos de él.


5.    COMPRENDER
            Trata de colocarte en la situación de la otra persona. Considera qué motivos pudo tener para lastimarte.  Quizá ni cuenta se dio, o se encegueció por alguna razón que ignoras; quizá creció en medio de carencias afectivas, económicas, espirituales; quizá actuó motivado por el miedo o el enojo momentáneo, o creyendo que hacía bien...
                Para poder perdonar al que nos hace el  mal, es necesario comprenderlo, ponernos en sus zapatos, tratar de ver las cosas desde su punto de vista, encontrar las posibles razones.
            Cuando empezamos a ver a las otras personas como Jesús las ve, con todas sus heridas, inseguridades y limitaciones, encontramos que sí es posible amar a todos, incluso a aquellos que no nos aman o ni siquiera les caemos bien.

            6. RENUNCIAR A DESQUITARSE.      
            La venganza puede producir en quien la practica, la momentánea satisfacción de haberse “desquitado” de lo que le hicieron, pero a la larga sólo conduce a una nueva ola de violencia, de resentimiento y de más deseos de venganza.  Esto no tiene fin.
                Renunciar a desquitarse significa no sólo renunciar a hacerle al otro lo mismo que nos hizo, sino renunciar incluso a las “pequeñas vengancitas”.
            No todos demostramos nuestro anhelo de venganza.  Algunos empleamos un estilo muy discreto. Algunos nos enorgullecemos de que no estamos contestando la agresión directamente, pero al mismo tiempo nos encanta ver que esa persona quede mal ante los demás.
            En nuestra vida cotidiana solemos practicar con singular perfección lo que podría llamarse “el arte de desquitarse disimuladamente”:
            Cada vez que creas situaciones que hagan al otro sentirse incómodo y no le permitan olvidar que te ha ofendido, estás cayendo en la venganza, que por disimulada que esté o por insignificante que te parezca, no deja de ser una conducta que atenta directamente contra lo que el Señor espera de ti: un perdón verdadero que incluya “bajar las armas”, las grandes y las chiquitas.


            7. NO DIFAMAR
            Difamar es un pecado muy practicado y rara vez reconocido como tal.  Mucha gente confunde difamación con calumnia y creen que lo que no les está permitido es contar mentiras sobre la vida de la otra persona, pero que si se vale hablar mal, siempre y cuando sea cierto lo que se cuenta.  Están en un error.
            Decir mentiras de otros es calumniar. Contar información que dañará la “buena fama” de alguien es difamar: “Es que mi marido se fue con otra” ¿Es cierto? Si, pero no había necesidad de divulgarlol
            Difamar es aislar: Es un pecado grave porque al contarle a los demás las miserias de alguien, lo estamos privando de la posibilidad de que ellos se acerquen a él y le ofrezcan su amistad o ayuda, quizá justamente la ayuda que necesitaba para salir adelante y cambiar. 
            Difamar es exhibir lo negativo del otro: Cuando nos enojamos con alguien y no le hemos perdonado, surge la tentación de exhibirlo, de contarle a los demás lo que nos ha hecho, de hacerlo quedar mal, de buscar cómplices que escuchen nuestra versión del asunto y se pongan de nuestro lado.
             

            8. RECONSTRUIR Y HACER CONCRETAMENTE ALGO BUENO POR
            EL OTRO.
            Cuando se responde al mal con otro mal, el intercambio de males no termina, sino que va en aumento.
            Cuando se responde al mal sin hacer nada, se deja abierta la posibilidad de que ese mal se repita y crezca.
            En cambio, cuando se responde al mal con bien, y con un bien proporcionalmente mayor al mal recibido, entonces se derrota al mal.
            El que perdona está llamado a ayudar en la reconstrucción de aquel que lo ha ofendido. ¿Y en qué consiste esa reconstrucción?
            Reconstruir es hacer algo concreto por el bien del otro.
            Como cristianos no podemos responder al mal con mal, ni podemos tampoco cruzarnos de brazos (y decir muy ufanos: “yo no hago mal a nadie”, “conste que no le hice nada a fulanito”).
            Estamos llamados a responder al mal con bien, porque la luz derrota siempre a las tinieblas.

9. DISPONERTE A OLVIDAR
            Muchas personas se rigen por esta manera de pensar. Dicen: “ya te perdoné, pero no se me olvida lo que me hiciste”. Lo cual significa que, en realidad, no han perdonado.  Por eso, un paso importantísimo para el perdón es el olvido.
            Ahora bien ¿qué entendemos por olvido? Porque hay heridas tan dolorosas o de tales consecuencias, que resultan casi imposibles de olvidar (un divorcio, una violación, un hecho violento que deja lastimado de por vida a alguien?
            El olvido, en el camino del perdón, no es sinónimo de amnesia total y repentina. Es, como todo en este proceso, una decisión. Es decidir no estar recordando y cada vez que los recuerdos vienen a la mente, desecharlos de inmediato. No admitirlos, ni consentirlos. Pensar en otra cosa.  Desviar la atención.
           
            10. PREPARARNOS A PERDONAR UNA Y OTRA VEZ (Mt 18, 21-22)
            Al hablar de 70 veces siete, Jesús en el Evangelio está invitándonos a perdonar con una capacidad que supera los límites de lo humano.  En ese pasaje Jesús hace notar a Pedro que no basta con conformarse con lo que uno es capaz de dar, que siempre se puede ir más allá.
            Para ser capaces de lograrlo necesitamos estar concientes de que vamos de la mano del Señor para sobreponernos al orgullo, al coraje, a la timidez, a los deseos de desquitarnos.  Se trata de entender que no puede haber límites para el perdón. Perdonar setenta veces siete no sólo se refiere a las innumerables veces que debemos perdonar, o a las innumerables heridas, sino también a las innumerables veces que debemos perdonar la misma herida.

11. CUESTIÓNATE TU PRIMERO
            Necesitas preguntarte: ¿Por qué esta persona me “pone” de malas?
            A veces porque nos molesta algo que en ella que en realidad tenemos nosotros “si me choca, me checa”. ¿En qué he contribuido yo a la actual situación o actitud de esta persona? 
            Es increíble lo ciegos que somos en relación a lo que hacemos a los demás y luego hasta resulta que nosotros somos los “indignados”: un gesto inoportuno, una palabra hosca, una broma muuuuy pesada que disculpamos diciendo “ay es que yo soy así, me encanta moler”, “no es para tanto, si así nos llevamos...”.
            Todo esto puede abrir heridas que ni siquiera imaginamos y de las cuales tarde o temprano sufriremos consecuencias.  Entonces cuando aquella persona nos haga algo que no nos guste diremos, llenos de asombro, “¿pero que le pasa? ¡Uy que carácter! ¡Si yo no le he hecho nada!.
            Tenemos que aprender a preguntarnos con valor y honestidad si hemos empinado a otros al resentimiento, a la frustración, a la amargura.
            Es cierto que en ocasiones, la gente se ofende sin que hayamos contribuido para ello, pero en todo caso, hay que estar siempre dispuestos a realizar un cuidadoso examen de conciencia y actuar en consecuencia.

  1. APRENDE A PEDIR PERDÓN
            A veces decir “me equivoqué” se nos atora en la garganta. Nos cuesta trabajo pedir perdón quizá por miedo a que nos den “el cortón”, a lo mejor por miedo a quedar como débiles o a lo mejor porque no sabemos cómo hacerlo.
            Para pedir perdón es necesario:
a)    Reconocer que tú has hecho algo que ha ofendido al otro.  No importa si el otro contribuyó y qué tanto.   El hecho es que tú participaste.
b)    Pídele al Señor que te acompañe y te de fuerzas para ir al encuentro de tu hermano ofendido. Visualiza a Jesús junto a ti.
c)    Busca al otro y hazle saber que estás arrepentido de haberlo lastimado.
d)    No contraataques si el otro empieza a sermonearte o reclamarte: cuando los ánimos se calmen posiblemente tú puedas explicar las razones que tuviste para actuar de determinada manera.


            REFLEXIÓN PERSONAL PARA EL TERCER BLOQUE

ü  ¿Cuáles de estas ayudas te cuesta trabajo poner en práctica?

ü  Con la luz de la Palabra has descubierto que vivir de esta manera no sólo es
necesario sino indispensable....¿Por cuál de ellas empezarás? ¿De qué manera?


LECTIO DIVINA  JUAN 8, 1-11.


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