sábado, 29 de septiembre de 2012

IFAP TEMA 2.- ESCUCHAR LA PALABRA SE CONVIERTE EN UN DIÁLOGO.

TEMA 2.- ESCUCHAR LA PALABRA SE CONVIERTE EN UN DIÁLOGO.

Objetivo:
·         “Disponer nuestra capacidad de escucha”
·         “Captar y valorar que el encuentro con la Palabra es un diálogo entre Dios y nosotros”

Iluminación[1]:

Los sujetos del diálogo son Dios que anuncia su Palabra, y el destinatario, persona o comunidad. Dios habla, pero sin la escucha del creyente la Palabra se muestra pronunciada, pero no recibida. Por ello se puede decir que la revelación bíblica es el encuentro entre Dios y el pueblo, en la experiencia de la única Palabra, y que entre ambos hacen eficaz la Palabra. La fe obra, la Palabra crea.

Hay textos que afirman la inefable eficacia de la Palabra de Dios.

Hebreos 4, 12-13:
“Pues, viva es la palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón. No hay criatura invisible para ella: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta”.

Isaías 55, 9-11:
“Como desciende la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca que no tornará a mí de vacío sin que haya realizado lo que me plugo”.

¿Cómo entender tal eficacia? La palabra de Dios no actúa de manera mágica sino que despliega su eficacia, como afirma el sembrador (Cf Mc 4, 1-20), cuando se quitan los obstáculos y se ponen las condiciones para que la semilla de la Palabra de frutos. En cuanto al tipo de eficacia propio de la Palabra de Dios, es iluminador otro texto evangélico, que utiliza la imagen de la semilla que debe morir para dar fruto: Cristo habla de la necesidad de su muerte para cumplir el plan de salvación. La cruz es directamente potencia y sabiduría de Dios; el Evangelio es la “predicación de la Cruz”  (1 Cor 1, 18). La eficacia de la Palabra es, por lo tanto, del orden de la cruz. Palabra y cruz son dos realidades que se colocan en el mismo nivel. En ellas toda la potencia está en el dinamismo del amor divino que las atraviesa: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16; Rm 5,8). Encuentra el fruto de la Palabra quien cree en el amor de Dios que la pronuncia. Entonces la potencialidad de la Palabra de Dios se hace concreta, se realiza, se hace verdaderamente personal.

El creyente es aquel que escucha la Palabra de Dios en la fe. “Cuando Dios se revela, el hombre tiene que someterse con la fe”. A Él, que hablando se dona, el hombre escuchándolo se “entrega entera y libremente” (DV 5). El hombre que, también en virtud de la íntima estructura de la persona es oyente de la Palabra, recibe de Dios la gracia de responder en la fe. Ello implica, de parte de la comunidad y de cada creyente, una actitud de plena adhesión a una propuesta de total comunión con Dios y de entrega a su voluntad (Cf DV2).

Esta actitud de fe comunional se manifestará en cada encuentro con la Palabra de Dios, en la predicación viva y en la lectura de la Biblia. No es casual que la Dei Verbum aplique al Libro Sagrado cuanto afirma globalmente de la Palabra de Dios: “Dios invisible (Cf Col 1,15; 1Tim 1, 17), movido por amor, habla a los hombres como amigos (Cf Ex 33,11; Jn 15, 14-15), trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV2). La Revelación es comunión de amor, que la Escritura frecuentemente expresa con el término de alianza.

En síntesis, se trata de una actitud de oración: “diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (S. Ambrosio, DV25).

La palabra de Dios transforma la vida de aquellos que se acercan a ella con fe. La Palabra no se extingue nunca, es nueva cada día. La Escritura atestigua en varias ocasiones que la escucha es lo que hace de Israel el Pueblo de Dios: “Si de veras me obedecen y guardan mi alianza, serán mi propiedad personal entre todos los pueblos” (Ex 19, 5; Cf. Jr 11,4). La escucha crea una pertenencia, un vínculo, hace entrar en la alianza. En el Nuevo testamento la escucha es directa con respecto a la persona de Jesús, el Hijo de Dios: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escúchenlo” (Mt 17,5).

El creyente es uno que escucha. El que escucha confiesa la presencia de Aquél que habla y desea comprometerse con él; quien escucha busca en sí mismo un espacio para que el otro pueda habitar en él; aquel que escucha se abre con confianza al otro que habla. Por ello, los Evangelios piden el discernimiento de aquello que se escucha (Cf. Mc 4, 24) y llaman la tención sobre cómo se escucha (Cf. Lc 8, 18); en efecto: ¡Nosotros somos aquellos que escuchamos! La figura antropológica que la Biblia desea construir es aquella del hombre capaz de escuchar, dotado de un corazón que escucha (Cf 1 Re 3, 9). Siendo esta escucha no una mera audición de frases bíblicas sino un discernimiento pneumático de la Palabra de Dios, esto exige la fe y debe acontecer en el Espíritu Santo.

María, modelo de recepción de la Palabra para el creyente.

En la historia de la salvación emergen grandes figuras de oyentes y de evangelizadores de la Palabra de Dios: Abraham, Moisés, los Profetas, los Santos Pedro y Pablo, los otros Apóstoles, los  Evangelistas. Ellos escuchando fielmente la Palabra del Señor y comunicándola han hecho espacio al Reino de Dios.
En esta perspectiva, un papel central asume la figura de la Virgen María, la cual ha vivido en modo incomparable el encuentro con la Palabra de Dios, que es el mismo Jesús. Por este motivo, Ella es un modelo de toda escucha y anuncio.

Educada en la familiaridad con la Palabra de Dios en la experiencia intensa de las Escrituras del pueblo al cual Ella pertenecía, María de Nazaret, desde el evento de la Anunciación hasta la Cruz, y aún hasta Pentecostés, recibe la Palabra en la fe, la medita, la interioriza y la vive intensamente (Cf Lc 1, 38; 2, 19.51; Hch 17,11). En virtud de su “sí”, dado inicialmente, y nunca interrumpido, a la Palabra de Dios, Ella sabe observar en torno a sí y vive las urgencias de lo cotidiano, siendo consciente que lo que recibe como don del Hijo es don para todos: en el servicio a Isabel, en Caná y junto a la Cruz (Cf Lc 1, 39; Jn 2, 1-12; 19,25-27). Por lo tanto, a Ella se aplica cuanto ha dicho Jesús en su presencia “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21). “Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios puede convertirse en madre de la Palabra encarnada.

En particular, debe considerarse su modo de escuchar la Palabra. El texto evangélico: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19) significa que Ella escuchaba y conocía las Escrituras, las meditaba en su corazón a través de un proceso interior de maduración, buscaba el sentido espiritual de la Escritura y lo encontraba relacionándolo con las palabras, con la vida de Jesús y con los acontecimientos que Ella iba descubriendo en la historia personal. María es nuestro modelo tanto para acoger la fe, la Palabra, como para estudiarla.


Actividad:
  • De la lectura del texto comentar lo más significativo y los aprendizajes.

  • Hacer un ejercicio de escucha tanto de los propios sentimientos como de otra persona. Ejercicio de empatía simple y avanzada.

  • Hacer un ejercicio de “escucha de la Palabra”. Elegir un texto, por ejemplo: Lc 24, 19-36


Con la realidad concreta





Con Dios, en su Palabra
Con uno mismo, lo que pienso, siento, deseo
Una triple escucha y un triple diálogo:CON DIOS, EN SU PALABRA --> CON UNO MISMO, LO QUE PIENSO, SIENTO Y DESEO, --> CON LA REALIDAD CONCRETA-









Para devolver al facilitador:

1.     ¿Qué obstáculos consideras más importantes para escuchar la palabra de Dios? Externos e internos (dentro del mismo corazón)

2.    ¿Por qué sin la cruz la Palabra no puede dar fruto? ¿Cómo traduces esto en nuestra vida cotidiana?

3.    Leer la constitución Dei Verbum (DV). De los números 1-6 y 21-26, hacer una síntesis de una página destacando en cursiva los elementos que más te hallan llamado la atención, y en otra media página aplícalo a tu vida y de tu comunidad.

Puedes encontrarla en:

4. ¿Qué te hace más falta de la actitud de María ante la Palabra?



[1] El texto que se cita a continuación está tomado fundamentalmente de: “LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA” InstrumentumLaboris, CEM, 39-42

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