lunes, 3 de diciembre de 2012

IFAP TEMA 7.- ACTITUDES O DISPOSICIONES INTERIORES PARA LA LECTIO DIVINA.


TEMA 7.- ACTITUDES O DISPOSICIONES INTERIORES PARA LA LECTIO DIVINA.

Las actitudes o disposiciones interiores son muy importantes para entrar en este ritmo orante de la Lectio Divina. Ya hemos dicho que esta forma de orar no consiste solamente en una lectura sino en una actitud frente a la Palabra de Dios.

7.1.- Escucha.

Escuchar es la primera actitud que Dios pide a su pueblo y es la misma actitud que El nos pide frente a su Palabra. Cuando uno descubre una amistad, escucha. Una amistad donde no se escucha al amigo no tiene futuro, puede fracasar. 
Y ¿Qué significa escuchar? Significa centrar nuestra atención en Jesús, en su Palabra. Supone una escucha profunda, hacer silencio, despojarse de todos aquellos ruidos que no me dejan escuchar la Voz de Dios en el interior del corazón.

Escuchar, hacer silencio, es como quitarse las sandalias, es despojarnos de aquello que no nos deja tocar la tierra de Dios a pie descalzo. La Palabra de Dios es Tierra Sagrada que El mismo nos la ofrece para que sea nuestra. La única condición es que estemos dispuestos a entrar en ella con un corazón abierto, atento, dispuesto a escuchar su voz y a dejarnos transformar. Sabemos que escuchar, hacer silencio, no es fácil. Supone una ascesis, un aprender a poner las cosas en su sitio para “dejar que Dios sea Dios”[1] en nuestra vida. Es decir, hacer silencio significa quitar del centro de mi atención las preocupaciones, pendientes, personas, sentimientos, no para evadirlos o negarlos, sino como “sentándolos” a nuestro lado, también frente a Dios, para dejar que El ilumine todas esas realidades. Cuando oramos, vamos a orar con toda nuestra persona, con todo lo que somos y tenemos. Entonces, es muy sabio ubicar nuestros ruidos, nombrarlos ante Dios, pero sin centrar nuestra atención en ellos. Nuestra atención debe estar dirigida completamente a Dios de tal manera que “…toda la persona escuche al Verbo”[2]. Hacer silencio interior es y será una de las batallas más intensas en nuestro camino de oración.

7. 2.- Pacificar el corazón.

Esta actitud está muy relacionada con la anterior. Jesús nos da la clave para pacificar el corazón: “Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
“¡Entra en tu habitación!”, puede significar también:

·        ¡Entra en tu corazón!, en tu interioridad donde te encuentras mirado por Dios, habitado por Él. No te dé miedo de caer en el aislamiento pues el silencio, la intimidad, la soledad, son necesarios para el conocimiento amoroso, sabroso de las Escrituras. En esta intimidad de nuestra «habitación interior» nos damos cuenta que Dios está ahí y entonces podemos poner nuestro corazón entre sus manos, bajo sus alas: “A la sombra de tus alas me cobijo” (Sal 57,2).

·        ¡Delimita tu tiempo! No se puede dejar la Lectio Divina para cuando tenga tiempo. Para emprender en serio un camino de oración es necesario establecer tiempos concretos para orar. Es cierto que oramos muchas veces durante el día, cuando espontáneamente dirigimos nuestro corazón a Dios al levantarnos, al caminar, al acostarnos, cuando estamos en dificultad, etc... Pero para llegar a ser orantes, para tener una experiencia de Dios, necesitamos de tiempos concretos para estar a la escucha, para abrir el corazón a su Palabra, para descubrir su Voluntad sobre nosotros. De esta manera vamos permitiendo que Dios sea Dios también de nuestro espacio y de nuestro tiempo.

·        ¡Ayúdate de algo!Puedes ayudarte de alguna imagen, un cirio, una cruz, un espacio silencioso donde puedas dedicarte unos minutos a la escucha del Señor. El amor es siempre creativo y busca los espacios para el encuentro con quien se ama. Recordemos que Santa Teresa decía que a Dios se le podía encontrar hasta en las ollas. A veces el microbús, el transcurso que tengo que recorrer a pie, la hora de almuerzo en la fábrica, etc..., pueden convertirse en el mejor ambiente cuando no dispongo de otro. No olvidemos que el ambiente externo es un medio que puede ayudar mucho a nuestro espíritu.

·        ¡Escucha tu corazón!Antes de leer el texto bíblico conviene que escuches tu corazón, que te preguntes «qué te habita», de manera que puedas presentarle al Señor todo tu ser, lo que llevas dentro, para que Él lo tome en sus manos. Muchas veces escuchando nuestro corazón escuchamos la voz de Dios. Sin embargo, éste es sólo un primer paso, pues recordemos que el centro de nuestra mirada y de nuestra atención es Dios.
 
ACTIVIDAD NO.4 (5 MINUTOS)

+ Invitar a cada uno a hacer un breve ejercicio de interiorización con esta pregunta: “¿Qué habita tu corazón en este momento? ¿Qué sensación o sentimiento? Trata de escuchar tu corazón. Puede ser que en este momento experimentes  paz, consuelo, angustia... ponle un nombre a lo que te habita.”

+ Invitar a compartir brevemente su experiencia.


7. 3. - Invocar al Espíritu Santo.

Conviene que el Espíritu Santo se halle «a gusto» en nuestro corazón. “Hay que procurar, por todos los medios, sobre todo con la paz del alma, que el Espíritu Santo «descanse» sobre nosotros”. Para esto es necesario invocarlo.

La Lectio Divina presupone una «epíclesis», una invocación del Espíritu Santo, pues sólo Él hace que la Palabra de Dios cobre vida. Leer la Palabra de Dios sin invocar antes al Espíritu Santo es como si intentáramos leer un libro en la oscuridad; no podríamos saber lo que ese libro nos dice, por más bello que sea. El Espíritu es la Luz de nuestro corazón. Cuando lo invocamos Él nos ilumina interiormente y así podemos ver con claridad lo que Dios nos regala en su Palabra.

El Espíritu Santo es quien hace posible el encuentro con Dios a través de su Palabra. Nos pone en sintonía con el Corazón de Dios, y nos revela el verdadero sentido de las Escrituras.

Podemos iniciar nuestra Lectio Divina con una breve oración, una alabanza o un simple ¡Ven! que si lo decimos verdaderamente con toda la fuerza de nuestro corazón, con toda nuestra fe, el Espíritu Santo no se hará esperar y vendrá con toda su Luz y Fuerza para iluminar nuestros corazones e incendiarlos en su Fuego y llevarnos así al encuentro con el Señor de la Palabra.

Si invocamos al Espíritu Santo es porque queremos acogerlo, por lo tanto se necesita docilidad. Por algo Él se ha manifestado como paloma. “Con el Espíritu hay que comportarse como una paloma que se nos acerca más y más cuanto más quietos nos estamos, dispuestos a atenderla”.
ACTIVIDAD:EJERCICIO NO.5 (10 MINUTOS)
(Este ejercicio debe hacerse por la noche o en un lugar que se pueda oscurecer; conviene hacerlo en grupo pero puede adaptarse a uno solo).

+ Se les pide tomar el texto de Lc 24,25-27 (Inmediatamente, en cuanto se señale el texto que se va a leer, se tiene lista una persona para que apague la luz. Se invita a que quien guste lea el texto con la luz apagada...).

+Compartir brevemente la experiencia.

+ De nuevo leer el texto con la luz encendida.

+¿Qué aplicación tiene esto para nuestra vida? ¿Qué nos dice en relación con el Espíritu Santo?

7. 4.- Coherencia de vida.

La Palabra de Dios tiene una misión que cumplir en nuestra vida y cuando la acogemos con un corazón de discípulo actúa de una manera «viva y eficaz» y nos cambia, nos convierte.

Al decidirnos a entrar en este camino de la Lectio Divina nos encontramos ante la incoherencia de nuestras vidas, que se expresa en una  “... falta de armonía entre lo que leemos, oramos y vivimos. No podemos olvidar que el discipulado es un camino constante”. Debemos entrar en este camino de oración dispuestos a dejarnos cambiar por la Palabra, a dejarnos transformar, tocar: “Si hoy escuchas su Voz no endurezcas tu corazón” (Sal 95). 

Supone entrar en un camino de conversión interior, si no, no es Lectio. La Palabra nos va purificando, confrontando y frente a ella descubrimos lo que nos falta para parecernos a Jesús. Es como un espejo: si no se mira no se sabe en qué mejorar la vida (cf. Stgo 1, 23-25). Nos da la gracia para cambiar y ser otro Jesús. Es imposible vivir la conversión sin ponernos a la escucha de la Palabra. Al leerla contemplativamente nos sentimos impulsados a actuar como Dios actúa, nos damos cuenta de lo que Dios está dispuesto a hacer en nosotros si la acogemos.

7. 5.- Perseverancia.

«A orar se aprende orando». La perseverancia, la constancia, son actitudes claves en este camino de la Lectio Divina. La fidelidad al tiempo dedicado a la oración, cada día, cada noche, es lo que nos va enseñando el arte de la Lectio Divina. Así como una pequeña gotita de agua que cae constantemente sobre una roca durante años, es capaz de perforarla, así también quien día a día se empeña en la oración con fe y amor podrá penetrar también el corazón de Dios expresado en su Palabra.

La perseverancia va más allá de si siento deseos o no de orar. Es una decisión de un corazón enamorado. La clave está en el amor. Si a través de la Lectio Divina me he encontrado con Jesús, lo he mirado y me he dejado mirar por Él, no puedo menos que enamorarme de Él, no podría dejarlo nunca. La fidelidad es el amor dicho cada día.

Ser fieles, perseverantes, hasta que el orar la Palabra se vaya convirtiendo en una «amorosa costumbre». Entonces ya no podremos vivir sin ella. Si alimento mi vida con la Palabra de Dios diariamente, mis raíces serán profundas y maravillosas como el árbol que es regado con constancia.

7. 6.- Actitud mariana

Una actitud que sintetiza las anteriores y que debería ser como su fundamento es la actitud mariana. Como María, ponernos frente a la Palabra de Dios en situación perenne de escucha, confiando en que «nada es imposible para Dios», en docilidad al Espíritu Santo. Ella misma es el Libro sobre el cual Dios ha escrito su única Palabra: Jesús; un libro escrito por dentro y por fuera.

Todas estas actitudes o disposiciones interiores sólo serán eficaces si son penetradas por el Espíritu Santo. Si lo pedimos y lo acogemos, El, sin duda, nos dará la luz que necesitamos para sumergirnos en el corazón de la Palabra, para dejarnos transformar por ella.

PARA DEVOLVER AL FACILITADOR:

Después de hacer lo ejercicios solicitados, responder las preguntas y enviar las respuestas.


Que este adviento sea un tiempo de creciente esperanza y una Navidad en que la Palabra encarne en tu vida y en nuestro derredor.



[1] Como decía Lutero.
[2] SAN AMBROSIO, Sobre el Salmo 118, VI, 8, PL 15, 1270 B.

No hay comentarios:

Publicar un comentario