miércoles, 4 de septiembre de 2013

IFAP CRISTOLOGIA TEMA 7.- LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS.

TEMA 7.- LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS.

Introducción.

Los relatos evangélicos de la pasión y muerte de Jesús son historia hecha por creyentes, interpretada a la luz de la fe pascual. A la luz de la Resurrección, la comunidad primitiva llega a reconocer plenamente la identidad de Jesús, el sentido de su vida, de su sufrimiento y de su muerte. Son recuerdos y testimonios transfigurados por la fe pascual, más interesados en el profundo sentido de los hechos que en su exacto desarrollo.

La pasión y muerte de Jesús en los Evangelios.

Jesús llega a intuir su muerte violenta (Mt 8,31-32; 9,30-32; 10,32-34). La causa de la muerte de Jesús hay que buscarla en su misma vida. "Su muerte es incomprensible sin su vida, y ésta lo es sin aquél para quien él vivó: su Dios y Padre" (J. Moltmann).

Jesús anunció el Reino de Dios, la liberación total y definitiva; llamó a la conversión no sólo exterior sino en profundidad; actuó con libertad; increpó a los externamente "piadosos" y "buenos"; mostró predilección por los pobres y pecadores; antepuso el servicio al poder, la justicia al culto; fue poco formalista en la observancia de la ley, amigo de los que no la observaban, abierto a los que no la conocían... Por todo ello, por su radical libertad y su enfrentamiento con los poderes, sobre todo religiosos, Jesús molestaba y decidieron quitárselo de en medio. La muerte fue la consecuencia lógica y prevista de su estilo de vida.

Jesús no buscó la muerte. En la angustia de Getsemaní ("Pase de mi este cáliz") vivió la profundidad del fracaso humano, la angustia de la soledad y el abandono de quienes le habían acompañado. Jesús, confortado por el Padre, supera el peso de su muerte y se levanta respirando una serenidad que no le abandonará hasta el final. Esta serenidad, hecha de entrega y confianza en su Padre, hará exclamar al Centurión: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15,39).

Su significado.

La muerte de Jesús ha sido un asesinato (Hch 2,23; 3,15; 4,10), no fue algo casual, sino que se debió a la oposición que fue creando la persona, la actividad y la doctrina de Jesús. Fue condenado por la autoridad religiosa por blasfemo (Mt 26,57ss). Fue condenado por el poder civil por sedicioso y agitador de masas que pone en peligro la seguridad del imperio (Jn 19,12; Lc 23,8-12). Los poderosos llevaron a la muerte a aquél que era un reproche vivo de su modo de vivir y actuar (ITs 2,15).

Pero también podemos decir que Jesús murió voluntariamente por nuestra salvación, para liberarnos del pecado y de todas sus consecuencias (ITs 5,9-10). Jesús, libre y voluntariamente optó por un género de vida, y aceptó los riesgos que comportaba (Jn 10,17-18; 12,27; 13,1-3; 18,5-6) y por lo mismo aceptó "libremente" -no pasivamente- la muerte que otros le causaban.

Jesús asume la muerte que implica vivir fielmente el proyecto del Padre en un mundo de pecado. “Dios no quiere la muerte de Jesús, como tampoco quiere nuestro sufrimiento”. Pero lo que sí quiere Dios es “la fidelidad, la respuesta amorosa a la entrega amorosa del Padre”. “Dios quiere el amor fiel de Jesús; y el amor fiel de Jesús, en un mundo de pecado, lleva aparejada la muerte en cruz”[1].

“En Jesucristo la humanidad entera y la creación en su conjunto han alcanzado su realización” plena, porque ha realizado plenamente el proyecto de Dios para el hombre, respondiendo libre y fielmente al amor incondicionado de Dios con su amor y entrega total. “Jesús muere para salvarnos, precisamente porque el pecado ataca, y a veces mata, a quienes aman a Dios con todas sus consecuencias”[2].

Jesús, muriendo en la cruz, expía los pecados de la humanidad (Rm 3,25); resucitando, venció a la muerte (secuela del pecado) y restauró la vida. Cuantos creyentes compartan la muerte de Jesús se integrarán también en su vida plena (= Resurrección).

La actitud de Jesús ante el sufrimiento ilumina y transforma el sufrimiento del hombre. Jesús sufrió y murió por alguien, no por algo: por obedecer la voluntad de Dios y por solidaridad con los más necesitados. Jesús fue un ser-para-los-demás; totalmente para Dios y para los hombres. Por eso es el UNICO Y VERDADERO SACERDOTE; porque sólo El consigue la comunión entre Dios y el hombre, y lo realiza siendo totalmente de Dios y radicalmente solidario con el hombre.

Teniendo como referencia la actitud de Jesús, podemos decir, también, que la actitud del cristiano ante el sufrimiento y la muerte, excluyen el masoquismo, el dolorismo, la resignación, la evasión, pero también la explicación. Jesús no responde al porqué del sufrimiento, sino que sufre con nosotros. Jesús dio sentido a su sufrimiento viviéndolo por los demás en el servicio a Dios y en la solidaridad con los hombres que sufren. Y creemos que esa manera de vivir el sufrimiento recibió de Dios el sí de la Resurrección.

Dios nos ha regalado la salvación en Cristo Jesús; “ya estamos salvados en Cristo; ya estamos sentados en los cielos con Cristo (Ef 2,6). Sin embargo estamos sentados todavía en esperanza. El haber recibido el Espíritu de Jesús es tener las primicias de esa salvación. El sentido de la vida humana es ser hombres como Jesús, reproducir la imagen del Hijo, corresponder al amor incondicionado del Padre hasta la entrega de la propia vida, como hizo Jesús. Eso es lo que ahora ha de ser realizado en mi propia existencia; ésa es la tarea que tengo por delante”.


Textos para la reflexión.

·         Anuncios de la Pasión: Mt 12,15-21.38-42; 16,21-23; 17,22-23; 20,17-19.

·         Última Cena: Mt 26,1-46

·         Pasión y muerte de Jesús: Jn 18-19

Ejercicio para la vida personal. (Material a trabajar y REENVIAR).

1.    ¿Cómo se sucedieron los acontecimientos durante la pasión y muerte de Jesús?

2.    ¿En qué sentido la muerte de Jesús es un asesinato, y en qué sentido es una   muerte libre y voluntaria?

3.    ¿Qué te dice la imagen del Crucificado?


Oración.

Himno de la Liturgia de las Horas

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.




[1] J. R. Busto,139-140.
[2] Ibid.,141.

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