TEMA 7.- LA PASIÓN Y
MUERTE DE JESÚS.
Introducción.
Los relatos evangélicos de la pasión y muerte de
Jesús son historia hecha por creyentes, interpretada a la luz de la fe pascual.
A la luz de la Resurrección, la comunidad primitiva llega a reconocer plenamente
la identidad de Jesús, el sentido de su vida, de su sufrimiento y de su muerte.
Son recuerdos y testimonios transfigurados por la fe pascual, más interesados
en el profundo sentido de los hechos que en su exacto desarrollo.
La
pasión y muerte de Jesús en los Evangelios.
Jesús llega a intuir su muerte violenta (Mt 8,31-32;
9,30-32; 10,32-34). La causa de la muerte de Jesús hay que buscarla en su misma
vida. "Su muerte es incomprensible sin su vida, y ésta lo es sin aquél
para quien él vivó: su Dios y Padre" (J. Moltmann).
Jesús anunció el Reino de Dios, la liberación total
y definitiva; llamó a la conversión no sólo exterior sino en profundidad; actuó
con libertad; increpó a los externamente "piadosos" y
"buenos"; mostró predilección por los pobres y pecadores; antepuso el
servicio al poder, la justicia al culto; fue poco formalista en la observancia
de la ley, amigo de los que no la observaban, abierto a los que no la
conocían... Por todo ello, por su radical libertad y su enfrentamiento con los poderes,
sobre todo religiosos, Jesús molestaba y decidieron quitárselo de en medio. La
muerte fue la consecuencia lógica y prevista de su estilo de vida.
Jesús no buscó la muerte. En la angustia de
Getsemaní ("Pase de mi este cáliz") vivió la profundidad del fracaso
humano, la angustia de la soledad y el abandono de quienes le habían
acompañado. Jesús, confortado por el Padre, supera el peso de su muerte y se
levanta respirando una serenidad que no le abandonará hasta el final. Esta
serenidad, hecha de entrega y confianza en su Padre, hará exclamar al
Centurión: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15,39).
Su
significado.
La muerte de Jesús ha sido un asesinato (Hch 2,23;
3,15; 4,10), no fue algo casual, sino que se debió a la oposición que fue
creando la persona, la actividad y la doctrina de Jesús. Fue condenado por la
autoridad religiosa por blasfemo (Mt 26,57ss). Fue condenado por el poder civil
por sedicioso y agitador de masas que pone en peligro la seguridad del imperio
(Jn 19,12; Lc 23,8-12). Los poderosos llevaron a la muerte a aquél que era un
reproche vivo de su modo de vivir y actuar (ITs 2,15).
Pero también podemos decir que Jesús murió
voluntariamente por nuestra salvación, para liberarnos del pecado y de todas
sus consecuencias (ITs 5,9-10). Jesús, libre y voluntariamente optó por un
género de vida, y aceptó los riesgos que comportaba (Jn 10,17-18; 12,27;
13,1-3; 18,5-6) y por lo mismo aceptó "libremente" -no pasivamente-
la muerte que otros le causaban.
Jesús asume la muerte que implica vivir fielmente el
proyecto del Padre en un mundo de pecado. “Dios no quiere la muerte de Jesús,
como tampoco quiere nuestro sufrimiento”. Pero lo que sí quiere Dios es “la
fidelidad, la respuesta amorosa a la entrega amorosa del Padre”. “Dios quiere
el amor fiel de Jesús; y el amor fiel de Jesús, en un mundo de pecado, lleva
aparejada la muerte en cruz”[1].
“En Jesucristo la humanidad entera y la creación en
su conjunto han alcanzado su realización” plena, porque ha realizado plenamente
el proyecto de Dios para el hombre, respondiendo libre y fielmente al amor
incondicionado de Dios con su amor y entrega total. “Jesús muere para
salvarnos, precisamente porque el pecado ataca, y a veces mata, a quienes aman
a Dios con todas sus consecuencias”[2].
Jesús, muriendo en la cruz, expía los pecados de la
humanidad (Rm 3,25); resucitando, venció a la muerte (secuela del pecado) y
restauró la vida. Cuantos creyentes compartan la muerte de Jesús se integrarán
también en su vida plena (= Resurrección).
La actitud de Jesús ante el sufrimiento ilumina y
transforma el sufrimiento del hombre. Jesús sufrió y murió por alguien, no por
algo: por obedecer la voluntad de Dios y por solidaridad con los más
necesitados. Jesús fue un ser-para-los-demás; totalmente para Dios y para los
hombres. Por eso es el UNICO Y VERDADERO SACERDOTE; porque sólo El consigue la
comunión entre Dios y el hombre, y lo realiza siendo totalmente de Dios y
radicalmente solidario con el hombre.
Teniendo como referencia la actitud de Jesús,
podemos decir, también, que la actitud del cristiano ante el sufrimiento y la
muerte, excluyen el masoquismo, el dolorismo, la resignación, la evasión, pero
también la explicación. Jesús no responde al porqué del sufrimiento, sino que
sufre con nosotros. Jesús dio sentido a su sufrimiento viviéndolo por los demás
en el servicio a Dios y en la solidaridad con los hombres que sufren. Y creemos
que esa manera de vivir el sufrimiento recibió de Dios el sí de la
Resurrección.
Dios nos ha regalado la salvación en Cristo Jesús;
“ya estamos salvados en Cristo; ya estamos sentados en los cielos con Cristo
(Ef 2,6). Sin embargo estamos sentados todavía en esperanza. El haber recibido
el Espíritu de Jesús es tener las primicias de esa salvación. El sentido de la
vida humana es ser hombres como Jesús, reproducir la imagen del Hijo,
corresponder al amor incondicionado del Padre hasta la entrega de la propia
vida, como hizo Jesús. Eso es lo que ahora ha de ser realizado en mi propia
existencia; ésa es la tarea que tengo por delante”.
Textos para la reflexión.
·
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de la Pasión: Mt 12,15-21.38-42; 16,21-23; 17,22-23; 20,17-19.
·
Última
Cena: Mt 26,1-46
·
Pasión
y muerte de Jesús: Jn 18-19
Ejercicio para la vida
personal. (Material a trabajar y REENVIAR).
1. ¿Cómo
se sucedieron los acontecimientos durante la pasión y muerte de Jesús?
2. ¿En
qué sentido la muerte de Jesús es un asesinato, y en qué sentido es una muerte libre y voluntaria?
3. ¿Qué
te dice la imagen del Crucificado?
Oración.
Himno
de la Liturgia de las Horas
En esta tarde, Cristo del
Calvario,
vine a rogarte por mi carne
enferma;
pero, al verte, mis ojos van y
vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con
vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies
cansados,
cuando veo los tuyos
destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos
vacías,
cuando las tuyas están llenas
de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi
soledad,
cuando en la cruz alzado y solo
estás?
¿Cómo explicarte que no tengo
amor,
cuando tienes rasgado el
corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis
dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca
pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen
muerta,
ir aprendiendo que el dolor es
sólo
la llave santa de tu santa puerta.
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